La pandemia agudizó la deserción escolar en la Montaña de Guerrero

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La contingencia sanitaria, la falta de internet y la ocupación de los niños en actividades domésticas complican la enseñanza escolar en las comunidades de la Montaña de Guerrero

Texto y fotos: Kau Sirenio

SAN LUIS ACATLÁN, GUERRERO.- Las clases en la pandemia por covid-19 son así en la montaña de Guerrero: alrededor de una mesa unos niños escuchan atentos a su profesor que les habla de una planta medicinal en su lengua materna, tu’un savi, acompañados de un viento tenue que refresca el día mientras que las aves cantan. Después de cada sesión, Arnulfo Rómulo Evangelista entrega material a sus alumnos y les explica la tarea que deben entregar el lunes siguiente.

-“Ka’yu ndo sà náni itun tatan xi’in itun ndù va’a xàxi yo, ndisa kù ña xà ndo ni oko kivi tyan in nu itun ka’an yu xi’in do (Escriban el nombre de árboles medicinales y frutales, en total tiene que ser 20 de cada planta)”, encarga el profesor bilingüe en su lengua materna. 

Los niños se ayudan entre ellos con el trabajo: “Itun laxa xi’in itun tikuà ni itun tatan kù ru (árbol de naranja y guayaba son medicinales)”, comparte una niña con su compañero de clase.  

Sin descuidar a los niños Arnulfo platica con Pie de página de su trabajo, en Cuanacaxtitlán, municipio de San Luis Acatlán, Guerrero. Dice que no puede dejar que los niños trabajen desde su casa con sus papás porque tienen problemas de comprensión de lectura, pero además, en la comunidad no hay acceso a internet. 

“Aunque tuviéramos internet en el pueblo, eso no garantiza que los niños puedan tener clase como debe de ser, porque muchos de los padres de familia tienen su propia tarea en la casa. El papá está apurado con la cosecha de maíz, mientras que la mamá tiene que preparar la comida para los peones que están trabajando en el campo”, explica.

“Esta generación no sé cómo vayan a salir, traen muchos problemas desde que tomé el grupo. Hay niños de cuarto grado que no saben leer ni escribir, vienen muy atrasados. Por si fuera poco, los padres de familia no les prestan atención. Por ejemplo, de los 13 alumnos que tengo, sólo llegaron ocho. Cuatro de ellos están ocupados en los quehaceres de los padres y uno se fue de jornalero a Michoacán. Para los papás, la pandemia le cayó como anillo al dedo, porque se les hace fácil llevarse a sus hijos a trabajar”.

Arnulfo Rómulo Evangelista, maestro en La Montaña de Guerrero.

Arnulfo dice que clasificó a sus alumnos de acuerdo a su coeficiente intelectual: alto, medio y bajo. Pero, se encontró con la sorpresa que había un alumno que no sabe ni leer ni escribir. “Este niño que no sabía leer ni escribir, lo tengo como atención especial, para alcanzar la meta de planes y programas de estudio”.

Cuanacaxtitlán tienen tres centros de preescolar, cuatro primarias, una secundaria técnica y un Colegio de Bachilleres por Cooperación, sin embargo, aquí no hay internet ni espació donde los niños y jóvenes puedan trabajar. Además, tampoco hay computadoras, tabletas ni celulares con capacidad para clase en línea. Sin embargo, algunos de los estudiantes tienen que pagar ficha de internet que va de diez a cien pesos, para que puedan hacer la tarea que les dejan en la escuela. 

Arnulfo relata que decidió trabajar con sus alumnos todos los lunes, porque la falta de internet y herramienta de trabajo les impide trabajar como debe de ser. 

“¡Imagínate! Si con clase presencial traen un atraso inmenso! ¡Qué sería de ellos si los dejo solos en la casa! Porque a los compañeros no les importa cumplir con los planes y programas de estudio, lo único que les importa es su negocio, porque la mayoría de ellos son comerciantes y ganaderos, les importan más sus bienes que la educación. Si no somos capaces de atender a los niños como debe de ser, entonces estamos ante el fracaso educativo”. 

La plática de los niños de quinto grado de la escuela primaria bilingüe Patria se mezcla con el canto de los gallos y el trinar de otras aves que se revolotean en las ramas del almendro que cobija a los estudiantes del sol. Eso no inmuta a los alumnos, al contrario de vez en cuando voltean hacia arriba para ver los pájaros. 

Después de estar comisionado en el Centro de Maestro por ocho años, Arnulfo regresó a su comunidad para integrarse como profesor frente a grupo. “Pedí regresar como maestro frente a grupo, porque la formación de los niños no pasa por la burocracia, podemos generar materiales didácticos para los profesores, pero esto no sirve de nada, si los que formamos a los profesores no regresamos al campo de trabajo” cuestiona. 

Después de la clase, la esposa de Arnulfo llevó pastel para compartir con los alumnos el día de Reyes. Todos comieron pastel, tomaron refresco y se fueron contentos a su casa. Uno tendrá que llevar la comida a los trabajadores, mientras que las niñas ayudarán a sus mamás en la cocina. 

«¿Quién va a ayudar a mi nieto que está sin clase?»

“Aquí el maestro solo viene a dejar tarea y se va. Dejó un número de celular para estar en contacto con él, pero no contesta cuando le marco para que me ayude a resolver las dudas que tengo con la matemática, porque yo no sé leer y menos le entiendo a los números”, confía una madre de familia en Jicayán de Tovar, en los límites de Guerrero con Oaxaca. 

Los niños juegan en el patio de la casa de María Palacio, una de las madres de familia que se la ha ingeniado para ayudar a sus hijos con el trabajo escolar. “El mayor va en quinto grado y el más pequeño en tercero. La verdad no le entiendo mucho a las matemáticas e historia, es muy complicado, pero hago un esfuerzo por conseguir que los dos puedan avanzar”. 

Jicayán de Tovar se quedó sin maestro desde marzo cuando empezó la pandemia. María dice que primero dejaron de trabajar una semana, después regresaron para avisar que las clases se reanudarían hasta abril. “Regresaron en junio cuando los padres de familia nos reunimos para pedir que regresaran porque nuestros hijos no tenían clase”. 

A pesar que el país vive su peor crisis sanitaria por la pandemia de covid-19, el servicio de salud se suspendió desde el mes de marzo en esta comunidad enclavada en la montaña de Guerrero. “Cerraron el centro de salud, no hay medicinas. El médico encargado de la clínica da consulta en su casa y desde ahí vende la medicina”, denuncia María Palacio. 

La madre de familia va a la cocina y regresa con unas tortillas y las deposita en una bandeja que sirve de tortillero, luego coloca en la mesa un plato con queso y salsa de molcajete. Sin soltar la plática mientras da vuelta al comal, la mujer agrega: “A partir de junio empezaron a venir cada quince días a dejar paquetes de trabajo, nos pidieron que nosotros ayudáramos a los niños, pero ni le entendemos, así no se puede avanzar con la clase, no es nuestro papel reemplazar a los maestros”, reclama. 

Para llegar a Jicayán de Tovar hay que merodear las montañas que la custodian. Ahí, entre pinos y encinos, se alcanza a mirar a la comunidad. Cuando uno termina de serpentear los cerros se topa con el río que baja desde el corazón la montaña de Guerrero y Oaxaca. 

Allí, todos hablan su lengua materna tu’un savi, aunque la mayoría de los jóvenes emigraron a los campos agrícolas de Estados Unidos, de ahí que las viviendas de este pueblo haya cambiando a construcción de preconcreto.

La escuela preescolar indígena está a un costado de la iglesia de la comunidad. El día de la visita a Jicayán fue entre semana, pero no había alumnos: “Aquí no hay casos de covid, por eso le pedimos a los maestros que regresaran, pero no lo hicieron. Ahora el problema es mayor, porque los niños de la preescolar, primaria y secundaria están sin clases” agrega María.  

“A mi nieto le vinieron a dejar el material, pero le cobran las copias, de 20 a 50 pesos. Por eso fuimos al ayuntamiento de Tlacoachistlahuaca a pedir que nos mandaran maestros a dar clases, pero no nos hicieron caso. El presidente municipal dice que no se puede porque estamos en la pandemia, ¿entonces quién va a ayudar a mi nieto que está sin clase? Tampoco tenemos internet”, demanda Demetrio Palacio. 

El anciano explica que los maestros les pidieron a los padres de familia que compartan equipos celulares para que los niños de Jicayán puedan tomar clase en línea, pero no hay internet. “No hay internet, cómo le vamos a hacer cuando nos quedamos sin luz eléctrica en tiempo de lluvia. Sabemos que hay enfermedad, pero lo que no comprendemos es que el presidente de la República no vea las necesidades que tenemos en la montaña”.  

Jicayán de Tovar colinda con el ejido de Jicaral, Oaxaca, con quien mantienen un conflicto agrario desde hace una década. Además, pertenece a uno de los municipios más pobres de Guerrero. Tlacoachistlahuaca.

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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página:

https://piedepagina.mx/la-pandemia-agudizo-la-desercion-escolar-en-la-montana-de-guerrero/

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