Chingaderas

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Esperaba con ansia que llegara el 18 de enero porque, iluso de mí, anhelaba el silencio. 

Creí, ingenuo, que por fin podría descansar: que ya no escucharía a Xóchitl guepetir hasta la náusea que uggge no sé qué; que ya podría descansar de los spots de Claudia, la científica, la ecologista, la continuadora, repitiendo la receta de la demagogia: “resultados, honestidad y amor al pueblo”.

Esperaba que llegara ayer porque era el día marcado para el final de las precampañas más largas —empezaron desde mitad de año, aunque disfrazadas— y más inútiles —con candidaturas únicas no tienen razón de ser— de los últimos tiempos. Pensé que por fin se callarían, al menos por un tiempo, las voces.

Pero no. Me equivoqué: justo cuando estaba a punto de cantar victoria, comenzó el siguiente episodio de la pesadilla: con música de corrido tumbado, el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco (IEPCJ) echó a andar su campaña de ¿promoción? del voto: «Votar es chingón». 

El anhelado silencio no llegó.

Mientras muchos dedos se alzan para señalar a los corridos tumbados como agentes del mal por popularizar la narcocultura —como, hay que decirlo, ha pasado también con otras tantas manifestaciones de la mal llamada cultura popular—, a las autoridades del IEPCJ le pareció una buena idea recurrir a este género musical para “hablarles a los chavos” (inserte aquí el meme de Steve Buscemi con gorra volteada y patineta al hombro). 

A título personal, debo decir que, si bien la música me puede llamar la atención por ciertas figuras y porque además es pegajosa, lo que definitivamente no me llama nada la atención de los corridos tumbados son las letras. Y, vaya cosa, ocurre lo mismo con las letras de los spots del IEPCJ. He escuchado dos. En el primero se afirma: “Votar está chido/ votar es lo mío/ votar me hace mejor./ Votar está chido,/ votar es lo mío,/ votar es chingón./ Votar está chido,/ votar por Jalisco,/ votar es chingón”. El segundo es una versión más larga, con una letra que dice: “Todas las mañanas me despierto esperando en que por fin habrá un momento en el que pueda estar completo, no hay libertad de pensamiento, no hay luz en mi cuadra y pa’cabarla ya no hay agua, esto parece una mentada. Pregunto y nadie dice nada. Esto es fake, puro mistake, el tiempo dice ya ‘tu vida es sólo hoy’, toma el control, votar no es sólo opción, es una decisión, importa lo que pienses, lo que quieres, lo que sientes, votar está chido…” etcétera hasta concluir, otra vez, que “votar es chingón”.

La campaña incluye también acciones como concursos en TikTok, funciones de stand up, pintas, calcomanías, pódcasts y más cosas. Y bueno, también hay otros spots, no musicales, donde la gente repite que «Votar es chingón» y se compara la acción de votar con correr un maratón, terminar una licenciatura, ganar un campeonato y otras cosas “chingonas”.

Según información dada a conocer por el propio IEPCJ, en Jalisco los jóvenes entre 20 y 35 años constituyen por ahí del 40 por ciento del padrón electoral. Por otra parte, también ha dado a conocer que la participación electoral en el estado ha disminuido, siendo la elección intermedia de 2021 la que tuvo la más baja participación en la historia. Para atender este escenario —personas sobre todo jóvenes que no están yendo a votar— es que se decidió “echar a andar una campaña totalmente distinta de lo que habíamos hecho antes”, dijo Paula Ramírez, consejera presidenta del instituto, durante la presentación de la campaña.

El Diccionario de mexicanismos. Propios y compartidos, de la Academia Mexicana de la Lengua, define chingón como algo “que es bonito; que es de excelente calidad”, o alguien “que es hábil”. Por su parte, el Diccionario del español de México, de El Colegio de México, ofrece tres acepciones: “que es de lo mejor en su trabajo, en su oficio, en su disciplina; que molesta persistentemente; que es vividor, estafador y mentiroso”. En el lanzamiento de la campaña, la consejera Ramírez Höhne definió chingón, “desde todo punto de vista y cualquiera excepción (sic)”, como “un adjetivo positivo de mayúscula proporción: chingón no es algo sólo bueno, es algo único, es algo extraordinario, algo espectacular, algo destacado, definitorio, como lo es votar”. Y, ya encarrerada, también dijo que “lo mejor que nos va a pasar como país y como estado este año, lo más destacable, lo más maravilloso, será votar. Por eso ‘votar es chingón’”.

Me recuerda esas campañas de promoción de la lectura que dicen que leer es bueno porque la lectura hace buenas a las personas por arte de magia, y tantos otros despropósitos sobre los que alguna vez escribí acá.

Independientemente de los corridos tumbados y el uso caprichoso —y reiterativo— de la palabra chingón, creo que la campaña del IEPCJ es pobre porque es ingenua: plantea un escenario en el que el voto tiene superpoderes —“me hace bueno”— y pretende darle al acto de votar una trascendencia que actualmente no posee, al menos no en México: la estructura partidista tiene secuestrada la vida democrática del país y ha convertido la jornada electoral en un placebo para que las personas sientan que participan, aunque en realida no lo hagan. Contrario a lo que dice la consejera, aquí el voto no es ni extraordinario, ni espectacular, ni destacado y, mucho menos, definitorio. Eso no está chido.

Me parece que una campaña institucional debería pasar por mostrar las maneras para que el voto sea efectivo de verdad, hablar de voto diferenciado, la importancia de la diversidad en la representación, explicar cómo afecta a los partidos el voto nulo y cuánto se pierde con la abstención, en fin, demostrar desde diferentes aristas y con lenguajes diversos y cercanos, no sólo “coloquiales”, cómo se puede hacer para que el voto de las personas tenga de verdad un valor y un poder que sean efectivos para mejorar las condiciones del país. 

Porque, hoy por hoy, más que “ser chingón”, en realidad en México votar sirve para una chingada. Y no hablar de eso, son chingaderas.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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