Niñez y dispositivos móviles: evidencia, reflexiones y recomendaciones para un uso responsable

Blog AMIDI

Colaboración de la Cátedra UNESCO de Alfabetización Mediática Informacional y Diálogo Intercultural (AMIDI) de la Universidad de Guadalajara.

Por Gabriela Raynaudo* 

Foto: Women of Color in Tech.

En la actualidad, vivimos en un mundo colmado de dispositivos digitales y nuestra cultura, al menos en gran parte de América Latina, se encuentra fuertemente atravesada por constantes desarrollos tecnológicos. En cierto modo, la tecnología digital ha monopolizado las actividades de la vida cotidiana ya que se ha convertido en la vía principal que tenemos de informarnos y comunicarnos. Es por esto que, de acuerdo con la UNESCO, uno de los caminos más relevantes para fomentar el acceso igualitario a la información y al conocimiento es el empoderamiento de las personas a través de la Alfabetización Mediática e Informacional (AMI). 

Por otro lado, cuando nos referimos a la importancia del acceso a dispositivos digitales en la vida adulta, parece no haber posturas contrapuestas. Parecería ser que hay consenso en que los dispositivos digitales son un aspecto clave en la búsqueda de equidad social en el mundo actual. Sin embargo, el panorama parece no estar tan claro cuando quienes entran en análisis son las niñas y niños de cero a seis años de edad —periodo abarcado en esta entrada.

Existe un debate sumamente acalorado respecto a si los niños y niñas deberían o no tener acceso al uso de dispositivos digitales. Dicho debate se encuentra representado por dos posturas contrapuestas. Por un lado, quienes sostienen que niños y niñas no deberían utilizar tecnología porque su uso puede ser perjudicial. Por el otro lado, se encuentran aquellos que ven en los dispositivos digitales una oportunidad para educar y entretener a los más pequeños.

Ahora bien, sin adoptar una postura extrema ni realizar juicios de valor, quisiera traer a colación la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Dicha convención, en 1989, consagró un cambio de paradigma respecto a la consideración del niño como objeto de protección para pasar a ser sujeto de derecho. Los niños y niñas pasan a tener los mismos derechos que las demás personas.

Desde esta perspectiva considero que, como los dispositivos digitales son parte de la cultura en la que niños y niñas están inmersos, negar la interacción con ellos es como negarles una porción de la cultura. En esta entrada nos referiremos específicamente al uso de pantallas interactivas, es decir, tabletas y teléfonos inteligentes.

Niños y niñas frente a pantallas: recomendaciones

de organismos internacionales

Reconocer que las pantallas son parte de la cultura que las niñas y niños reciben, no significa promover su uso de forma indiscriminada.

Distintos organismos internacionales han publicado guías y recomendaciones respecto al uso de pantallas por parte de niñas y niños pequeños —cero a seis años. Por ejemplo, en el 2011 la Asociación Americana de Pediatría (American Academy of Pediatrics, AAP) recomendó que se evite totalmente el uso de tecnologías en niños menores de dos años y limitar a dos horas diarias la exposición en niños mayores a dos años (AAP, 2011, 2013).

A partir de la ubicuidad que alcanzaron las tecnologías en los últimos años, estas recomendaciones tuvieron cambios. En las nuevas recomendaciones el énfasis se colocó en la calidad del contenido al que los niños están expuestos cuando utilizan tecnologías y en el rol de padres y madres como guías en el uso y descubrimiento de entornos virtuales (Brown, Shifrin y Hill, 2015; AAP, 2016).

La Organización Mundial de la Salud coincide con la recomendación de cero pantallas hasta los dos años (OMS, 2019). Por otro lado, de acuerdo con dicha organización, los niños y niñas de más de dos años no deberían ver pantallas de manera pasiva más de una hora por día; cuanto menos tiempo, mejor.

La vida real difiere de lo ideal: ¿qué dicen los datos respecto al uso de pantallas en niños y niñas?

A pesar de las recomendaciones, los niños y niñas pasan mucho tiempo utilizando pantallas y los datos muestran que se trata de una tendencia en ascenso.

A continuación, mencionaremos una serie de investigaciones que han estudiado niños de todas partes del mundo, aunque en América Latina contamos con menor información en comparación con otras regiones como, por ejemplo, Norteamérica.

Un estudio encontró que niños y niñas de Estados Unidos utilizan dispositivos electrónicos el triple del tiempo del que pasan leyendo o siendo leídos (Vittrup, Snider, Rose y Rippy, 2016). Este estudio encontró, además, que un tercio de los padres y madres considera que la exposición a tecnología es importante para el desarrollo mental entre los cero a tres años y otro tercio consideró que los niños y niñas pueden atrasarse académicamente si el uso de pantallas es restringido a edades tempranas. Por otro lado, la mayoría de los padres no acuerda con la idea de que los menores de dos años no deberían tener tiempo con pantallas ni tampoco creen que el uso de pantallas promueva daños físicos, emocionales o intelectuales. En cambio, la mayoría de los padres y madres considera que introducir tecnología a edades tempranas colabora a preparar a los niños y niñas para su futuro.

A pesar de las recomendaciones brindadas por organismos internacionales, la gran mayoría de los padres y madres reportó haber utilizado tecnologías para entretener al niño mientras realizaba otras tareas; de hecho, lo hacen diariamente o semanalmente. Por su parte, niños y niñas suelen utilizar los dispositivos solos y los padres y madres tienden a subestimar la cantidad de tiempo que las y los primeros pasan con dispositivos electrónicos (Barkin et al, 2006).

UNICEF ha publicado datos de América Latina sobre hábitos de uso de tecnología, pero en adolescentes. En Argentina, Waismana, Hidalgo y Rossia (2018) reportaron que entre los dos y los cuatro años, el 38.7% de los niños y niñas encuestados utilizan pantallas táctiles solos. Otro estudio realizado en Argentina encontró que casi la totalidad de los hogares encuestados posee teléfono inteligente y más de la mitad tienen tabletas (Raynaudo, 2020).

Los niños y niñas en general realizan variadas actividades recreativas en teléfonos inteligentes y en tabletas. «Mirar videos» es la actividad más realizada por los niños de tres a cinco años y el tiempo de uso en su mayoría supera las dos horas. Asimismo, los datos indican que los niños comienzan a interactuar con pantallas cada vez más tempranamente.

 Las pantallas y el aprendizaje

Muchos padres, madres, profesionales de la educación y responsables de planes educativos han depositado entusiasmo en las posibilidades educativas de las pantallas táctiles. Se cree que el potencial de las pantallas recae en la posibilidad de generar experiencias educativas flexibles y personalizadas. Una de las particularidades que tienen las pantallas táctiles es la interactividad y la capacidad de otorgar retroalimentación —es decir, el dispositivo responde en función de los esquemas de acción del usuario.

Por otro lado, es importante prestar atención frente a las aplicaciones, programas o videos destinados a niños y niñas que se promocionan como educativos ya que, en su mayoría, no se ha probado su eficacia. Este tipo de software puede generar una falsa confianza y por ahí uno confía en dejar el niño solo frente a una pantalla porque «está aprendiendo» cuando en realidad ese aprendizaje puede ser ínfimo. Asimismo, muchas de las aplicaciones «educativas» se enfocan en aprendizajes repetitivos —números, abecedarios, formas— que se pueden aprender con un sinfín de materiales.

Se ha comparado el aprendizaje con libros impresos y libros electrónicos. Estudios han encontrado que cuando los libros electrónicos tienen efectos de sonido, efectos visuales, juegos y demás elementos multimedia pueden distraer a niños y niñas respecto del contenido en sí mismo lo cual impacta negativamente en el aprendizaje. En cambio, con los libros impresos generalmente las interacciones entre quien cuida y el niño o niña, están centradas en el contenido. Parecería ser que niños, niñas, adultos y adultas tienen una representación del libro impreso como material educativo y de las pantallas como entretenimiento. Con libros impresos parecería más sencillo y natural para la persona adulta asumir que se trata de una situación social de interacción. Con los libros digitales se asume que el niño lo puede usar solo y comprender. Sin embargo, esto no es siempre así.

En una investigación que realizamos como parte de mi doctorado, una de las primeras preguntas que nos hicimos fue si hay diferencias en lo que pueden aprender niños y niñas de un libro electrónico frente a un libro tradicional (Raynaudo y Peralta, 2019). Encontramos que aprendieron el concepto tanto con el libro impreso como con el libro electrónico y que, con ambos medios, la explicación por parte de una persona adulta fue un elemento clave. Cuando los niños y las niñas interactuaron solos con el libro impreso o con el libro digital, no aprendieron.

Sin embargo, aún persiste la idea de que niñas y niños aprenden en solitario al momento de usar una aplicación interactiva. Entonces decidimos indagar si una aplicación diseñada para enseñar el concepto «camuflaje» puede por sí sola enseñarlo. Encontramos que algunos niños y niñas pueden beneficiarse de la interacción en solitario con una aplicación interactiva pero que la mayoría requiere del acompañamiento de una persona adulta para aprender.

Para finalizar, respecto al enfrentamiento libro contra tableta, creo que se trata de un falso debate ya que son dos dispositivos tecnológicos distintos. Tranquilamente pueden coexistir y utilizarse uno u otro en determinados contextos o actividades.

¿Y ahora qué hacemos? Recomendaciones para aprovechar la pantalla

Los dispositivos digitales están muy presentes en la vida cotidiana: subimos a un colectivo y hay pantallas con propaganda, los adultos tenemos celulares, en una sala de espera hay televisión. Pareciera que aislarse de la tecnología y los medios es prácticamente imposible. Por esto considero importante establecer criterios para orientar y educar respecto a su uso.

Como responsables del cuidado de niños y niñas, en primer lugar es aconsejable que reflexionemos sobre nuestro propio uso de pantallas. La niñez aprende mucho del entorno en función de lo que observa y es difícil que no se interese por las pantallas si las personas de su entorno están pendientes de las mismas.

Por otro lado, se recomienda mantener zonas y momentos libres de pantallas. Por ejemplo, durante las comidas o en el cuarto de niños y niñas.

Cuando se realizan actividades con pantallas es importante que no sean siempre en solitario. Es interesante pensar que una actividad en la pantalla puede convertirse en tema de conversación y no necesariamente en motivo de aislamiento.

También es importante que las pantallas no monopolicen las actividades, sino que sea una posibilidad más dentro de otras opciones.

Niños y niñas, especialmente a partir de los tres y cuatro años, pueden aprender conceptos a partir de utilizar tanto libros impresos como libros digitales y aplicaciones, aunque es importante considerar ciertas cuestiones al momento de elegir un producto digital. Elegir aplicaciones con diseño adecuado, que se adapten al desarrollo de los niños y que presenten contenido óptimo es una parte importante de los aspectos a tener en cuenta, pero no son los únicos. Leerle al niño o niña, interactuar con él o ella, dirigir su atención y participar en sus juegos son aspectos clave para el aprendizaje.

En conclusión: es importante establecer criterios, como ante cualquier área de la vida. Así como se establecen pautas de crianza para el mundo «real» es importante también establecerlas para el mundo virtual. Así, niños y niñas crecerán como ciudadanos y ciudadanas del mundo digital.

Gabriela M. Raynaudo. Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina) en el equipo de investigación de la Dra. Olga Peralta. Licenciada en Psicología (2013), docente superior (2016), especialista en Educación y Nuevas Tecnologías (2018) y doctora en Psicología (2019). Trabaja con el desarrollo y aprendizaje de niños pequeños mediado por imágenes impresas y digitales.

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